lunes, 4 de octubre de 2010

DESDE LAS CAUTELAS


Desde las cautelas que solo los corazones mil veces recompuestos son capaces de hilvanar, se es capaz de entreabrir las persianas del verdadero yo que se oculta tras los visillos gastados. Esos visillos permeables a la indiscreción ajena e impermeables a la propia. Visillos que ya no prestan atención a soliloquios disfrazados de conversaciones con uno mismo y que callan cuanto saben, porque no saben cuanto callan.
La soledad de sus nudos tejidos a ganchillo encierran secretos que sonrojan, secretos que atemorizan y secretos que se añoran. Y entre tanto secreto velando la transparencia de los deseos, acaban por deshilachar el tejido que los acuna. Y con ellos, se deshacen, los sonrojos, los miedos, las añoranzas y los deseos
Y llega un día, un día como tantos otros, en el que decides apostatar de tus secretos, y lo haces descorriendo los visillos que te impiden divisar tu alma, intentando que en cada pliegue, se acomoden los que nunca fueron, para que no se desvanezcan, pero dejen entrar la luz a los que puedan ser.
Y gritas las indiscreciones, haciendo permeables los anhelos propios, acallando las voces de las vidas ajenas. Descubres una razón detrás de una sonrisa, una razón y una sonrisa, encerrada en sus propios miedos, en sus desconfianzas y en sus deseos, que te es especial pero cotidiana, distante y a la vez cercana, y entonces, te das cuenta de que alguna vida ajena no lo es tanto, que alguna vida ajena es más tu vida… que la suya.