A través de los cinco sentidos experimentamos la vida, son ventanas al mundo. Practicar con ellos es la base del aprendizaje y asimilar los estímulos que captan es cultivar la sabiduría. Los cinco son un regalo, pero hay uno especialmente poderoso, pues sobre él podemos intervenir.
Pocas veces logramos cambiar lo que vemos, oímos, olemos y sentimos a través de la piel. Esa vivencias nos llegan sin querer, nos sorprenden y eso les da importancia.
Así, necesitamos ver para creer, tocar para poseer, oír para situarnos y oler para reconocer. Pero el gusto es nuestro, aunque ¿cuántas veces pasamos por alto el poder de la boca? Y eso que el buen o mal gusto depende de ella.
Reír o gruñir, cantar o criticar, susurrar o gritar, hablar o censurar. Perder el gusto en todos los sentidos, es perder un poco de nosotros mismos.
Somos lo que comemos, lo que decimos, lo que callamos, lo que besamos.