lunes, 4 de octubre de 2010

DESDE LAS CAUTELAS


Desde las cautelas que solo los corazones mil veces recompuestos son capaces de hilvanar, se es capaz de entreabrir las persianas del verdadero yo que se oculta tras los visillos gastados. Esos visillos permeables a la indiscreción ajena e impermeables a la propia. Visillos que ya no prestan atención a soliloquios disfrazados de conversaciones con uno mismo y que callan cuanto saben, porque no saben cuanto callan.
La soledad de sus nudos tejidos a ganchillo encierran secretos que sonrojan, secretos que atemorizan y secretos que se añoran. Y entre tanto secreto velando la transparencia de los deseos, acaban por deshilachar el tejido que los acuna. Y con ellos, se deshacen, los sonrojos, los miedos, las añoranzas y los deseos
Y llega un día, un día como tantos otros, en el que decides apostatar de tus secretos, y lo haces descorriendo los visillos que te impiden divisar tu alma, intentando que en cada pliegue, se acomoden los que nunca fueron, para que no se desvanezcan, pero dejen entrar la luz a los que puedan ser.
Y gritas las indiscreciones, haciendo permeables los anhelos propios, acallando las voces de las vidas ajenas. Descubres una razón detrás de una sonrisa, una razón y una sonrisa, encerrada en sus propios miedos, en sus desconfianzas y en sus deseos, que te es especial pero cotidiana, distante y a la vez cercana, y entonces, te das cuenta de que alguna vida ajena no lo es tanto, que alguna vida ajena es más tu vida… que la suya.

viernes, 5 de febrero de 2010

¿ RECUERDAS ?


¿Recuerdas? Cuando notaste las yemas de sus dedos recorriendo los pliegues de tu blusa, mientras su aliento se fundía con el tuyo, mientras tus manos pugnaban por socorrer las suyas, cuando podía más el deseo que el pudor, cuando poco importaba lo que importaba.

¿Recuerdas? Tu piel se estremecía al intuir la suya, en tan solo el aliento de un roce, los resortes del deseo disparaban tus constantes, se disponían a la inofensiva batalla del goce, de cuerpos sudorosos, de labios húmedos, de cabellos enmarañados.

¿Recuerdas? El deseo desmedido, salvaje y febril, unido a la fusión de los anhelos, al amor sin reproches, al dulce dolor de lo prohibido, la cohabitación perfecta de los cuerpos y los sentidos, de lo sueños y las vigilias, de lo que no esta vedado cuando es sincero, donde se confundían tus gemidos con los suyos.

¿Recuerdas? El húmedo calor te atenazaba, los poros de su piel te sujetaban, el eco de su voz deseperaba y en ti se confundían sus entrañas con ese veneno amable que no amarga.

¿Recuerdas? Después del estallido de plenitud, disfrutabas del dulce letargo de un pecho donde apoyar tu mejilla, de la caricia de unas yemas que recorrían tu epidermis, con la suavidad que solo la ternura puede conceder, de unos labios que bebían de los tuyos, se nutrían con los tuyos, musitaban te quieros a los tuyos.

¿Recuerdas...?

miércoles, 27 de enero de 2010

Con tu luz...





Si, esta mañana ha vuelto a amanecer, e incluso me ha regalado un pequeño rayo de sol para iluminar el camino que recorro cada día, ese que me lleva por la misma senda una y otra vez, y que unos días me saluda alegre, otros, abatido, pero siempre franco, siempre implacable y sincero hasta el insulto.

Y como cada día, yo lo recorro, unos días con la esperanza de que algún brote resurja en su bordes, otros con la angustia de no encontrarme con que ha marchitado la vida que creí ver renacer.

Unos días, camino descalzo de miserias, otro calzado con los colores de deseos imaginados, inalcanzados y sin que importe las piedras que encontraré en mi transitar, y de un modo u otro, seguiré estirando mis brazos al cielo por ver si soy capaz de tocar con la yema de mis dedos lo que aún no he soñado, lo que aún no he escrito, lo que aún no he palpitado.

Y sabía que algún día, en ese camino, me encontraría contigo y si me encontraba sediento, bebería de tus labios, si me sentía cansado reposaría entre tus brazos, si me sentía abatido renacería entre tus manos y yo, vigilaría tu sueño, y todo sería como antes y como después, como nunca y como siempre.

Hoy te desvelas como mi luz, y tu luz envuelve las sombras de mis decepciones. Que el camino me lleve donde él quiera, pero que lo haga contigo a mi lado, ni delante, ni detrás de mi, tan solo... a mi lado.

viernes, 15 de enero de 2010

Cuando el cuerpo no puede con el dolor del alma


Nunca quiso ser un ser atormentado, quería vivir, reír, sentir, como tu, como yo, como todos, antes de que la vida les golpee en ese fatídico juego que es el azar, en el que la crueldad no viene con nombres, ni con actos, ni con rechazos, ¡no! Es el destino marcado por la propia existencia.

Hizo cosas bien y otras muy mal, y por alguna razón, las que pudo hacer bien, las cubrió el manto del rencor hasta dejarlas hechas añicos, desprovistas del valor que pudieran tener. Eran una anécdota, la excepción en toda una vida, era el triunfo de lo odioso sobre lo amable, de lo reprochable frente a lo loable, era el resultado de un juego con cartas marcadas, un juego desleal, la glorificación de las trampas como regla de juego, la puesta en escena de lo injusto como deidad suprema.

Todo era soportable, solo pesaba en él la desesperanza y el abatimiento, cuando veía desvanecerse a una, y se dejaba caer la otra, pero lo soportaba apuntalando su esperanza en instantes… hasta que asumió que debía ser así, que todo lo que le ocurría era el justo precio a sus fracasos, sus errores, y su indignidad. Asumió que no era bueno, ni para él ni para nadie y aceptó una imagen de si mismo que no se merecía.

Y su cuerpo físico no fue capaz de llevar sobre sus espaldas el dolor de su alma, la angustia y la tristeza se convirtieron en una carga demasiado pesada, apenas aligerada por una palabra amable, un guiño complicente, una caricia descuidada al amparo de las sombras.

El fracaso y su compendio de sensaciones oreó su ya lento deambular por ese mundo cansado de regalarle instantes de paz y en su valiente cobardía fijo el limite a su dolor.

No hubo lugar a despedidas, porque nadie podía despedirse de él. Las despedidas fueron el incesante goteo de sus sueños despedazados, de sus últimos gritos silentes que nadie escucho, de súplicas a la nada, y abrazos a la soledad.

Y en su piel jamás se marcaron los hachazos en el alma.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Seda


Hace tiempo que quería escribir sobre este libro, han sido dos horas increíbles. Ése ha sido el tiempo que he tardado en leerme Seda. No es que sea una máquina leyendo, son las 125 páginas mejores escritas, sobre una historia de amor, sensualidad y erotismo, todo junto.
Alessandro Baricco nos sitúa en un atemporal siglo XIX. Un comerciante de seda francés, Hervé Joncour, viaja hasta un pueblo de Japón para comprar huevos de gusanos de seda. Allí encuentra unos ojos de mujer con una expresividad que supera cualquiera de las que ha visto hasta entonces.
Seda habla de amor, de una fidelidad soñada, exótica y erótica. Los protagonistas no cruzan una sola palabra. Sólo son gestos, pero cargados de una sensualidad desbordante.
En el capítulo quince hay una escena- está tan bien escrita que las letras se transforman en imágenes- en la que la dueña de es mirada coge la taza de té del protagonista y "...lentamente, le dio la vuelta hasta tener sobre los labios el punto exacto en el que él había bebido. Entrecerrando los ojos, bebió un sorbo de té" .
Está escrito de modo que parece que todo sucediese a medio centímetro del suelo. Seda es una historia antes que un libro y, como dijo el autor, un escritor es un escalador de montañas que uno mismo inventa.

jueves, 5 de noviembre de 2009

Barrio Sesámo


La importancia que ha tenido esta serie en la vida de muchos, no ha sido poca.
Todos nos acordamos de sus simpáticos personajes y ahora cumplen 40 años.
Mi personaje preferido era el Monstruo de la galletas. ¿Cual era el vuestro?.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Supermercados y personalidad


Me sucede en las tardes de viernes abarrotadas de carritos y bolsas, en las vísperas de puente, en las visitas al supermercado en las que coincido con más gente de la habitual. Reconozco también ideas extrañas en otros centros comerciales o durante las rebajas donde mi personalidad cambia.
Quizás se deba a los niños maleducados, que chillan histéricos desde sus tronos en los carritos o corretean en zigzag. Los niños normales, que sabe que el espacio se comparte y los gritos resultan molestos, los observan con el mismo " aprecio" que yo, y dedican un gesto de disciplencia a los padres maleducadores que dirigen a la criatura aulladora un tibio " jonathan, por favor".
O quizás sea por el aburrimiento que transmiten algunas parejas a punto de saltar el uno al cuello del otro frente al mostrador de los quesos. A estos se les nota el aburrimiento en las miradas de deseo con las que devoran los alimentos que el otro les prohibe o raciona: los caros, ricos en grasas, las carnes rojas, los dulces, las pasiones que despiertan los berberechos.
Entonces comienza la función. me aseguro de que otros compradores vigilen de reojo, como yo hago, qué consume cada cual; me detengo ante el cava, me paseo, sin decidirme, ante la carnicería, compro minúsculas cantidades de caviar, elijo nuez moscada, alcanzo un modelo arriesgado de preservativo.
Con mi reducida compra, intento no pasar por la caja rápida. Los rostros cambian ligeramente, dibujan una mueca, mientras leen en mi cesta la noche qué me espera.
Otros días, en cambio, compro medio litro de helado, fresas, arenques, pepinillos y un test casero de embarazo. Las reacciones son otras bien distintas.
Con mi misión ya cumplida, regreso a casa, apilo los botecitos de caviar junto a los que ya he comprado, regalo el helado a mis vecinas, y bajo a la tiendecita de la esquina, antes de que cierren, para hacer mi compra real.